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A quien no le gustaría despertarse todas las mañanas, después de un sueño donde eres el héroe; salvando a la princesa y como premio…
Besos amorosos
Una noche tranquila y apacible,
transitada de grillos apagados
transformaba mi sueño en pesadilla:
Yo, batía a unos monstruos con el filo
de mi espada eran fácil sosegados.
Y quise rescatar a la princesa
de ellos, en su castillo, muy plagado.
Mas estos se convierten en doncellas
de mirada tan pura y transparente,
reinas, princesas, hadas, todas bellas.
Me digo, -¿qué me pasa estoy consciente?
y brillan en el cielo mil centellas;
El sueño se me escapa, mas yo quiero
buscar a la mujer que está pendiente;
Regreso a la batalla y sigo artero.
Batiendo la lujuria con mi espada,
reviso toda torre y sus pasajes,
encuentro a mi princesa sollozando
cubriendo bien su rostro con ropajes,
hincada en un rincón ella rezaba.
Grité: ¡No tema nada mi señora!
No hay mal en este mundo que la dañe
que soy un trovador y soy viajero,
viviendo entre mis sueños y poesía,
postrado soy su humilde caballero.
De pronto... Al parpadear siento su boca…
El premio por audaz, mi mente aloca.
Al despego de labios tan carnosos,
abro mis ojos, ¡la miro sonriente!
Es mi esposa, con besos amorosos,
quien mis sueños despierta complaciente.
Moreno Hurtado 01/10/2014
Poemas a discreción, Los cuentos del abuelo
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